César Paz-y-Miño, MD.
Facultad de Ciencias de la Salud “Eugenio Espejo”, Universidad UTE. Quito.
En términos generales, desde que se expidió el Código Ingenios o Código Orgánico de la Economía Social de los Conocimientos, nos guste o no, el estándar de las universidades ecuatorianas se elevó drásticamente, y las cifras dan cuenta de ello.
En 1996, solo existían 96 artículos científicos indexados, mientras que el 2022, último año contabilizado existe publicados 6.560. Este crecimiento es dramático y se debe a la obligatoriedad, sobre todo de las universidades, a invertir el 6% de su presupuesto en investigación directa, al contrato de investigadores con títulos académicos de cuarto nivel y a la planificación racional de investigaciones científicas.
Lejos de ser pesimista, cuando analizamos realmente lo que ocurre con la producción científica nacional, hay sorpresas. El año 2022, de los 6.268 artículos publicados, llamaron la atención para citarlos en otros artículos 5.730, el resto (292) no se los citó, lo que podría significar investigaciones sin impacto.
La representación de la ciencia ecuatoriana en 1996 era de 0,01% en el mundo, 0,2% de la producción iberoamericana y 0,42% de la Latinoamericana. El 2022, el aporte ecuatoriano es de 0,17%, a nivel iberoamericano 2,05% y en Latinoamérica 3,46%, que refleja un gran esfuerzo de los investigadores.
Como país estamos en el puesto 66 de 243 países considerados para el ranquin. Brasil está en puesto 14 con 92,8 mil publicaciones, Méjico está en el puesto 33 con 32 mil, Chile en el 45 con 18,7 mil, Colombia en el 49 con 16,9 mil, Argentina en el 50 con 16,3 mil, Perú en el 62 con 8,5 mil y el Ecuador en el 66 con 6,5 mil publicaciones. China lidera la producción científica mundial con más de 1 millón de publicaciones, seguida por Estados Unidos con 697 mil. La mayoría de artículos son publicados en inglés 1,17 millones versus el español que tiene 145,6 mil.
Las diez universidades más productivas e ciencia están la ESPOL, UDLA, USFQ, EPN, UCU, UEES, UPS, PUCE, UA, ESPE. En los medios la actividad científica del Ecuador ha sido mencionada en 143,2 mil noticias.
Las áreas de investigación son un reflejo de lo que ocurre con la ciencia ecuatoriana. Los dos gobiernos anteriores y el actual, no apoyaron ni se ve apoyo, a la investigación de manera directa. Incluso el gobierno actual planea reducir el presupuesto para las universidades ecuatorianas en 77 millones de dólares USA, lo que pone en aprietos a la investigación, más aún cuando se expresa públicamente que las áreas de reducción de un “estado obeso” con educación, arte, ciencia, entre otras.
Las instituciones de investigación se han centrado en producir ciencia teórica, que es “menos costosa y con menos gasto”. En el primer puesto por áreas de conocimiento están las ciencias computacionales con 1.6 mil artículos, seguida de las ciencias sociales, medicina con 1315, ingenierías, agricultura y ciencias biológicas, ciencias del ambiente, economía y negocios, bioquímica-genética-biología molecular tiene 69 artículos, energía y física. El índice de impacto ecuatoriano es de 204, frente a 1210 de China y 729 de Brasil, Colombia con 372, para poner solo algunos ejemplos.
La comunidad científica de Ecuador enfrenta numerosos desafíos en el avance del conocimiento, de la tecnología y la innovación. Estos desafíos van desde la falta de financiación, la infraestructura limitada, el acceso deficiente a la tecnología de la información, hasta una formación científica insuficiente, una colaboración limitada entre los investigadores, la fuga de cerebros por problemas sociales del país y la migración alta, escasa colaboración entre la academia y la industria y existe un exiguo reconocimiento y valoración de la ciencia y de los científicos, lo que nos sumerge en una desesperanza profesional.
Además, la falta de conciencia sobre la importancia de la investigación científica y su impacto en el desarrollo del país, pone en aprietos a los gobiernos de turno, los cuales, no cuentan con políticas públicas o de apoyo institucional para promover la ciencia y fomentar una cultura científica en la sociedad.
Para superar estos desafíos, la cooperación y las asociaciones internacionales han aumentado en los últimos años, incluido el establecimiento de centros de investigación y la cooperación con universidades e institutos de investigación de todo el mundo. A pesar de estos esfuerzos, la comunidad científica del Ecuador continúa enfrentando desafíos como el trabajo precarizado de los científicos, métricas poco reales y foráneas para la producción y el impacto.
El estado de la ciencia ecuatoriana de alguna manera refleja el desorden público, la violencia y el manejo poco ético de cuestiones sociales claves para un país. Empujados a patentar, publicar en las grandes empresas monopólicas de la producción científica, con estándares externos incluso a las necesidades nacionales, nos privamos de la ciencia libre y sin patentes. Quizá esto cambie, ya que poco he visto en los últimos 40 años de hacer investigación en el país.
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