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La desnutrición no es una enfermedad: es pobreza





César Paz-y-Miño

Academia Ecuatoriana de Medicina y Genomics Lab





Decir que la desnutrición es pobreza parece obvio, pero políticamente hablando, las medidas que toman los países con más desnutrición en el mundo, incluido el Ecuador, no son suficientes para resolverla, incluso podrían ser solo un revestimiento de moralidad y conciencia pública.


Según la UNICEF, la ONU y la OMS, los países más pobres y con poco desarrollo económico son los que mayor número de desnutridos tienen. En Ecuador, la Desnutrición Crónica Infantil afecta a 27,2% de niños menores de 2 años, pero en algunas zonas rurales, llega hasta 39%, lo que nos coloca en el segundo país de Latinoamérica con mayor porcentaje de desnutrición. Estas cifras incluso son similares a países como Etiopía (42%). La afectación económica en gastos, educación, servicios y pérdida de productividad por la desnutrición, es de 4,3% de PIB ecuatoriano que es de 100 mil millones.


Inicié mis actividades en Medicina en 1976 y desde entonces las cosas no han variado mucho en el tema desnutrición infantil. Conozco al menos 14 programas gubernamentales para “bajar” las cifras de desnutrición, pero ninguno para resolver el problema de base: la pobreza. Para junio de 2022, la pobreza, en promedio, se ubica en 25,0% (pobreza urbana 16,7% rural 42,9%) e incluso es mayor en la provincia de Chimborazo que llega al 48,8%.


Pero hay más datos sobre cómo la pobreza impacta en la desnutrición. Solo 34% de ecuatorianos tienen empleo pleno con un ingreso mínimo de 424,3 dólares; el subempleo es del 23,6% y un 4% está desempleado. La educación de las familias y madres de niños con desnutrición es menor a la de madres mejor educadas. Definitivamente, existe una concentración de población desnutrida en los sitios sociales marginales y menos educados. La problemática de la desnutrición se ve intensificada por la falta de servicios básicos, vacuna oportuna y educación alimentaria. El acceso a alimentación en familias con situación económica media o alta llega hasta un 84%, pero en familias pobres llega a 64% en las áreas urbanas y solo hasta 36% en las rurales. Nuevamente la desnutrición no es una enfermedad, es pobreza.


Como modelo de acción sobre la problemática se ha tomado a Perú y sus métodos se los recomienda para otros países. Estos planes de atención a la desnutrición que exhorta la UNICEF y que han sido, según ellos, probados con éxito en Perú incluyen: implemento de servicios públicos (agua, alcantarillado, saneamiento ambiental), impulso de la atención médica oportuna, atención de salud y seguimiento a madres embarazadas con suplementos vitamínicos, planes de vacunación, educación alimentaria y acceso a alimentos, cuidado de los recién nacidos hasta los mil días, estimulación psico-sensorial y afecto, y lo más importante, inyección monetaria y social directa.


Si bien los programas implementados en Perú, durante 10 años, han sido eficientes, el análisis por regiones, determina que no en todos los sitios se bajó la desnutrición. El área urbana bajó 10% (de 26 a 16%), pero en ciertas zonas rurales se ha mantenido casi en 35%, hay algo más que no consideran estas metodologías.

El Ecuador, según los propósitos gubernamentales, realizará una sectorización de las acciones dentro del “Plan estratégico intersectorial para la prevención y reducción de la desnutrición crónica infantil 2020-2025”. Unas 726 parroquias urbanas y rurales entrarán al plan del gobierno: derecho a la identidad, esquema de vacunas, control prenatal, control del niño sano, educación, protección social, aseguramiento de agua y saneamiento, con una inversión entre el MSP y el MIES de 1,76 mil millones de dólares. El Plan aspira a tener continuidad hasta el día mil luego del nacimiento y control de los niños registrados. En la práctica, se habla de 37 mil madres que serán beneficiadas con un bono de apoyo a la solución de la desnutrición, pudiendo llegar a 85 mil madres. Si se aplica la misma lógica de que la desnutrición es pobreza, la pregunta pertinente es: ¿Con estas cantidades invertidas, cuánto y cuándo solucionaremos la desnutrición? Por supuesto, y siendo positivo, un solo niño salvado, ya es un éxito. Pero el gobierno ecuatoriano actual es el que menos inversión social ha hecho según cifras oficiales, ni siquiera ha gastado los presupuestos asignados en áreas sociales.


Los países están conscientes de la problemática de la desnutrición. Todos los programas actuales recomendados, pasan por ayuda o bonos económicos, es decir, reconocen que la desnutrición no es una enfermedad, es pobreza y no se la cura con medicamentos (excepto que ya deje secuelas médicas). Por tanto, mientras no se resuelva la estructura social-económica-financiera del estado, los programas, tarde o temprano, fracasarán porque la desnutrición es un círculo vicioso: pobreza-desnutrición-medidas de control-retorno al ambiente limitado-pobreza.


La solución definitiva de la desnutrición materno-infantil podría resumirse en los principios de equidad que fueran manejados por los Incas: redistribución, reciprocidad y uso adecuado del ambiente. Esto parece utópico en el mundo moderno, pero mientras tanto ¿qué hacemos? Seguir con los programas que más eficientemente solucionen la salud materno-infantil dentro de los mil días de los niños recién nacidos. Este período es clave para conservar un cerebro adecuado y un desarrollo mental eficiente. Si los países logran salvar de la desnutrición a un niño, habremos entendido que un dólar invertido en la niñez reproduce 17 dólares, socialmente hablando. Pero el no hacerlo sería más dramático, que niños desnutridos tengan impactos persistentes en su salud: baja de peso y talla, retardo psicomotor, deficiencias en atención escolar, daño cerebral permanente, etc., todos temas médicos que deben ser resueltos por el sistema de salud. Pero de mantenerse las cifras de pobreza, 43% de niños en pobreza económica y 52% en pobreza multidimensional, el problema de la desnutrición seguirá impactando en la sociedad.


Se menciona que los programas educativos deben influir en la manera de alimentarse. Hemos reemplazado las buenas prácticas alimenticias por consumo de alimentos industrializados o comercializados, en donde la industria alimentaria lleva la mejor parte. Tal vez los programas educativos alimentarios deben contemplar la vuelta al “Pan de América”, planteado hace años en el libro de Eduardo Estrella Aguirre, esto nos proporcionará algo de independencia alimentaria.


Segú la misma UNICEF y la FAO el mundo podría solucionar su alimentación, tranquilamente, para hasta unos 7 mil millones de personas, pero hoy ya somos 8 mil millones. De entrada, tenemos ya un problema de deficiencia de disponibilidad alimentaria para mil millones de personas.


También hay que enfrentar con dureza el crecimiento poblacional extremo, en mucho asociado a las religiones que se oponen a los controles de natalidad y, contrariamente a las necesidades del planeta, promueven tener hijos. En Ecuador, hogares con un solo hijo menor de 12 años tienen 19% de presencia de desnutrición y 24% en menores de 2 años, mientras en hogares de cinco o más hijos la cifra de desnutrición sube a 35%. Está claro lo que los gobiernos deben hacer para equilibrar las inequidades que son el origen de la desnutrición tan impactante, deben cambiar su modelo económico social.

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