Erika Villamarín R.
Psicóloga Clínica.
Foro Analítico del Campo Lacaniano- Ecuador (En formación)
En la práctica clínica es usual recibir pacientes que se identifican totalmente con algún diagnóstico, en ocasiones planteado desde su propio imaginario y otras desde una clasificación propuesta por otro profesional. Se escucha a gente hablar desde la sintomatología, restringiendo su motivo de consulta al discurso médico, dejando de lado la subjetividad y la verdad inconsciente del sujeto sobre su propio malestar. Así, encontramos en el espacio terapéutico a una persona que se esconde detrás de todo un discurso vinculado exclusivamente con la objetividad del cuerpo, entonces sería importante cuestionarse sobre el efecto que este tiene sobre el paciente y su posición ante el mismo, y de igual forma la posición y forma de proceder del analista o terapeuta en estos casos.
Así, Thompson y otros autores (2007), se refieren al discurso médico: “solo captura la queja por el sufrimiento en la red de signos de ese mismo saber médico. Captura que se materializa por la escritura del síntoma localizándolo dentro de un síndrome y otorgando sentido a un goce que parece ser reintegrado por una operación que, como dijimos, rechaza el discurso del enfermo sobre su malestar” (2007, pág. 104). Es decir, emerge un discurso diferente al propio del paciente, que se apega más al malestar y su sintomatología, y si bien eso podría dar luces sobre algún tipo de tratamiento o proceso a seguir ¿qué es lo que escuchamos en realidad ante la demanda del paciente en este discurso?
No solamente el motivo de consulta o el discurso cambia, sino también la mirada sobre el paciente y su padecimiento. Es decir, los otros miran a este sujeto diferente por su malestar y diagnóstico y de la misma manera, el propio paciente se ubica apropiándose y asumiéndose desde esa mirada, acompañado también de diferentes estigmas de la salud mental que sostienen esto, pensándolo como un ser que no produce, incapaz de desenvolverse solo o de ser estable emocionalmente, al que cuestionan su comportamiento, sentimientos o actitudes constantemente como erróneas, extrañas e inapropiadas; como si no hubiese nada más detrás de esa persona. Una postura que juzga fuertemente sin dar cabida al sujeto y a la circulación de la palabra.
En este sentido, a lo que apunta el análisis es a una escucha más allá del motivo de consulta, ya que en la mayoría de ocasiones este no se acerca al verdadero malestar del sujeto, escuchar lo que tiene que decir su sintomatología detrás de un malestar señalado, además, escuchar desde dónde habla y se ubica el paciente frente a dicho malestar. Así lo menciona Mordoh, Gurevicz y Lombardi; “pensamos que el dispositivo analítico habilita la emergencia de un sujeto capaz de ubicar y advertir su responsabilidad en el padecer que lo aqueja” (2007, pág. 87). Es decir, permitirle al paciente dar cuenta de su malestar y modificar de cierta manera la posición ante la enfermedad o padecimiento, ya que si la mirada y el trabajo analítico se centran en eso se pierde y obstaculiza la aparición del sujeto inconsciente, y así afirma la condición de “enfermo” o alguna otra etiqueta relacionada al diagnóstico, cuando el realidad “el resultado del proceso no es solamente una etiqueta o código diagnóstico, sino una puesta en forma del síntoma en un vínculo transferencial, que supone al menos una experiencia del inconsciente” (Thompson, y otros, 2007, pág. 104). De esta manera, el sujeto en esta movilización se puede permitir resignificar esta palabra que transformó su subjetividad y dar paso a una elaboración dentro del análisis a partir de su verdad inconsciente.
Por lo que es importante preguntarse por el rol que tienen los profesionales de salud, de todos los ámbitos y en este caso de la salud mental, ya que el aparente peso de pensar al profesional como vehículo de respuestas o saber absoluto conlleva también una responsabilidad enorme en el ejercicio diario de una práctica profesional ética. ¿Cómo vemos a un sujeto que llega a consulta arraigado a una etiqueta? ¿Cuestionamos o afirmamos dicha etiqueta? ¿Guiamos ese contenido con información relevante? Es necesaria una práctica que permita indagar, cuestionar sobre las prácticas tradicionales, sobre aquello que se presenta como certeza absoluta de tratamiento o cura, y permita escuchar más allá de un clasificador de enfermedades y su sintomatología.
Referencias
Mordoh, E., Gurevicz, M., & Lombardi, G. (2007). Algunas precisiones sobre el proceso diagnóstico en psicoanálisis. Anuario de Investigaciones, 85-89.
Thompson, S., Frydman, A., Salinas, L., Mantegazza, R., Toro, C., & Lombardi, G. (2007). El proceso diagnóstico en psicoanálisis. Anuario de investigaciones, 103-110.
Comments