Carolina Mulki
Psicologa Clinica
Una crisis, al igual que un trauma llega en el momento en el que un evento promueve una necesidad de adaptación superior y el sistema no se encuentra preparado para enfrentarlo, es decir, “cuando el sistema, por su rigidez, es incapaz de evolucionar, y cuando, en su evolución, pierde el hilo conductor de su propia identidad” (Maskrey, 1993, pág. 15), tomando en cuenta al sistema como el conjunto de organizaciones sociales formales y no formales en los cuales el sujeto se ha anclado a lo largo de los años y le ha permitido insertase en la cultura.
En este sentido, la crisis social adviene en el momento en el cual las pérdidas son tan significativas que alteran el bienestar psíquico de los sujetos que conforman este sistema, lo que ocurrirá es que más recursos se necesitará para poder reconstruir y resignificar. Entonces, en estos casos hay dos caminos: el primero será el de “transformarse como única posibilidad de sobrevivir” (Maskrey,1993, pág. 15); y el segundo, “conservar su identidad dentro del cambio” (Naxhelli Ruiz Rivera, 2012, pág. 64). Con trabajo estos sistemas buscan la manera de mantenerse a flote con los recursos y posibilidades disponibles; sin embargo, hay un conjunto de factores considerados como ángulos de vulnerabilidad existentes en todo sistema, estos se analizan “siempre en relación con algún tipo de amenaza” (Naxhelli Ruiz Rivera, 2012, pág. 64), se considera que estos ángulos podrían ser analizados como posibles factores de riesgo físicos, económicos o socioculturales, que generan o podrían generar lugares críticos dentro de lo social, sobre todo cuando se habla de poblaciones de atención prioritaria.
Si se analiza a la crisis como un posible evento traumático en función de los ángulos de vulnerabilidad presentes en cualquier sistema social, entonces lo traumático puede manifestarse conforme las particularidades de un entorno social o las singularidades de los individuos, implicando el trauma un “encuentro con lo real a partir de un evento ubicado fuera de los parámetros de la experiencia habitual de un sujeto que genera un desbordamiento de sus capacidades de afrontamiento por su aparición brusca y sorpresiva” (Aristizábal, y otros, 2012, pág. 126) y, este podría quedarse en un estado latente y generar síntomas pues, los recursos yoicos se ven afectados; por lo tanto, cabe hablar en este punto de la pulsión de muerte, concepto desarrollado por Freud, pues en un primer momento “se dirige primeramente hacia el interior y tienden a la autodestrucción” (Laplanche, Pontalis, & Laganche, 2004, pág. 336), por lo que en medio de una crisis social es más complicado “enfrentar los embates de la pulsión de muerte y conduce a la amenaza de desestructuración psíquica con los efectos patógenos consiguientes” (Schkolnik, 2005, pág. 75).
Sin embargo, la libido busca volver inofensiva a esta pulsión autodestructiva, “se libera de ella derivándola en gran parte hacia el exterior, dirigiéndola contra los objetos del mundo exterior” (Laplanche, Pontalis, & Laganche, 2004, pág. 337) dando lugar así al aparecimiento de las pulsiones de auto conservación. Con frecuencia se busca a otros, similares, personas que hayan vivido “lo mismo que yo” como una forma de búsqueda de reparación; en este sentido cabe el cuestionamiento: “¿Es el sufrimiento de los otros también el nuestro? Al considerar esta pregunta puede decirse que, las sociedades amplían el círculo del “nosotros”. Cuando se expande este círculo, se pueden lograr reparaciones extraordinarias” (Alexander, 2016, pág. 193). Por esta razón, el medio social y cultural es tan importante sobre todo cuando el trauma se ha vivido de forma colectiva puesto que, esta forma de encontrar empatía frente al dolor propio podría generar sentimientos que promuevan formas productivas de resignificación. En contraste, se conoce que: los grupos sociales a menudo se niegan a reconocer el sufrimiento de otros y, aun cuando lo hacen, frecuentemente ubican la responsabilidad causal de infligir ese sufrimiento en eventos y actores ajenos a ellos mismos. Lo que se desprende de dicha negación es una falta de identificación y empatía. Excluirse del proceso de creación del trauma evita la posibilidad de adquirir una postura moral. Restringe la solidaridad, dejando que los otros sufran solos (Alexander, 2016, pág. 202). Existe la posibilidad de que la represión opere y produzca “placer en un lugar y displacer en otro” (Freud, 1915, pág. 142) entonces, su naturaleza está en “rechazar algo de la conciencia y mantenerlo alejado de ella” (Freud, 1915, pág. 142) con el fin de sostener cierto grado de estabilidad para enfrentar aquello que genera angustia y mediante la sublimación se presentaría “una desviación de las fuerzas pulsionales de sus metas, y su orientación hacia metas nuevas” (Freud, 1905, pág. 162) llevando al sujeto a enviar su economía psíquica a una meta distinta que pueda llevar a cabo ajustándose al medio sociocultural y que además, puede esperar para verse satisfecha.
Si bien es cierto lo traumático desestabiliza, genera caos y sufrimiento, puede desempeñar “un rol fundamental en el sentido de promover transformaciones y jugar entonces un papel verdaderamente estructurante” (Schkolnik, 2005, pág. 75) por tanto, las “marcas de lo percibido, en tanto se invisten desde la pulsión, se inscriben siempre como representaciones a nivel psíquico, configurando la dimensión propia de lo humano y fundante del psiquismo” (Schkolnik, 2005, pág. 76). Por lo que en cierta medida las crisis pueden llegar a ser necesarias, puesto que impulsan al cambio siempre y cuando el sistema tenga la capacidad de proporcionar un norte, cierto grado de estructura le permita a la población y, por tanto, al sujeto sostenerse con el fin de evitar los embates sintomáticos de aquello que genera pérdida.
Referencias
Alexander, J. (2016). Trauma Cultural, moralidad y solidaridad, La construcción social del Holocausto y otros asesinatos en masa. Revista Mexicana de Ciencias Políticas y socuales, 191-210.
Aristizábal, E., Palacio, J., Mandariaga, C., Osman, H., Parra, L. H., Rodríguez, J., & López, G. (2012). Síntomas y Trumatismo Psíuico en Víctimas y Victimarios del Conflicto Armado en el CAribe Colombaino. Psicología Desde el Caribe, 123-152.
Freud, S. (1905[1901]). Fragmento de análisis de un caso de histeria. En S. Freud, Obrass completas tomo VII (pág. 1.108). Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S. (1915). La Represión. En S. Freud, Obras Completas (págs. 135-152). Buenos Aires: Amorrortu. Freud, S. (1915). Pulsiones y destinos de pulsión. En S. Freud, Obras Completas (págs. 105-134). Buenos Aires: Amorrortu
Laplanche, J., Pontalis, J. B., & Laganche, D. (2004). Diccionario Psicoanalítico. Buenos Aires-Argentina: Paidos.
Maskrey, A. (1993). Los Desastres no son Naturales. Buenos Aires: La Red.
Naxhelli Ruiz Rivera, N. R. (2012). La definición y medición de la vulnerabilidad social. Un enfoque normativo. Investigaciones Geográficas, Boletín del Instituto de Geografía, UNAM, 63-74.
Schkolnik, F. (2005). Efectos de lo traumático en la subjetivación. Revista Uruguaya de Psicoanálisis, 73-90.
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